De Vigo a Cerdeña en moto. Parte 1

Como lo prometido es deuda, voy a empezar por el inicio. La historia de Chirlita Travel Motorcycles comienza en febrero de 2.014 cuando dos amigos de la infancia se reencuentran después de muchos años y se dan cuenta de que comparten una misma afición, las motos, en concreto viajar en moto. Ahí comenzaron las pequeñas rutas, los paseos de fin de semana y poco a poco se fue gestando el que sería nuestro primer gran viaje en dos ruedas. Valoramos muchos destinos, no nos decidíamos por ninguno... o nos decidíamos por todos. Había sido un invierno duro de lluvia y frío, por lo que lo único que teníamos claro era que queríamos sol y playa. También teníamos un poco de miedo a la cantidad de kilómetros, si seríamos capaces de aguantar tantas horas por lo que pensamos que muy lejos, a lo mejor, no era buena idea ir. Por fin, y aunando todas estas cosas, aparte del handicap de no tener demasiados días de vacaciones, la opción final fue Cerdeña. Cogeríamos el ferry de Barcelona a Porto Torres y a partir de ahí nos moveríamos por el norte de la isla. Así que planificamos etapas relativamente cortas, reservamos el ferry y el hotel en Cerdeña y en agosto nos pusimos en marcha.

Jornada 1:
No podéis imaginaros, o quizás sí, la ilusión con la que salimos de Vigo, parecíamos niños con zapatos nuevos ¡Cualquiera diría que nunca habíamos viajado! Y claro que lo habíamos hecho, pero nunca en moto. Salimos al medio día y por la noche ya estábamos en Burgos, bueno, en realidad en las afueras, más concretamente Villagonzalo de Perdernales. Aquí hay un hotel que os recomiendo, Rey Arturo, modesto pero suficiente. Cumplía además un requisito importante, al estar cerca de la autovía no perdíamos mucho tiempo para ponernos en marcha al día siguiente... Pero, no os lo vais a creer, esos eran nuestros planes, ahora bien, la realidad es que nos coincidió con una etapa de la Vuelta Ciclista a Burgos y el hotel estaba colapsado. Tuvimos que alojarnos en Burgos, cerca de la Catedral en un hotel que nos gustó mucho, pero del que no consigo acordarme del nombre. La valoración de esa primera jornada de ruta fue muy positiva. Las posaderas no sufrieron mucho y las rodillas no demasiado... eso sí, paramos más o menos cada hora para estirar las piernas, a veces tomar un café, otras contemplar el paisaje y siempre, aunque no sea políticamente correcto decirlo, echar un pitillito. Cuando acabó el día, la ilusión seguía intacta y la felicidad completa.

Continuará...

En próximos post os seguiré contando el viaje y así no os aburrís de leer tanto. El siguiente será la segunda jornada, de Burgos a Andorra.

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